La humildad en silencio

El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Lucas 18:11

Manejar humildad en silencio pareciera algo "imposible".  

Aunque la parábola menciona al fariseo como "ejemplo" de lo que NO debemos replicar; el texto menciona al publicano, que dentro de la historia sí es una persona que reconoce su impotencia para hacer algo por si mismo para ser perdonado por haber escogido una profesión tan detestada que ocupaba una categoría nueva de crimen de la época: publicano (recaudador de impuestos).

Ese corazón contrato y humillado como Jesús la cuenta sí es un un hombre humilde.

Pero ¿que sucede cuando públicamente no alardeamos de ser publicano, pero si de no ser el fariseo que se jacta de sus obras?

Ambas posiciones tienen un punto de quiebre, y podríamos ser el publicano que en la justificación sigue ocupando un puesto lacerante a para otros.

- Que mal estoy Señor, perdóname porque hago lo que no te agradada, gracias por tu misericordia - y esa sería una oración ¿Diaria?

De estar en la presencia de Dios, por nuestros medios, nunca seremos dignos, por eso Jesús vino al mundo y murió para salvación nuestra; nos justifica y nos lleva al Padre, pero a la vez nos invita a dar frutos y esto implicará cambiar lo que haces, como vives, no para demostrar a otros tu fuerza de voluntad, sino por agradecimiento al sacrificio de Cristo.

Te confirmo algo, la humildad es tan delicada, tan frágil, que la única manera que no se corrompa es cuando solo es tratada entre tú y el Señor.

"La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo en el que creemos tenerla, ya la hemos perdido." Agustín de Hipona

Así que tratar con el señor acerca de lo bien que puedo estar haciendolo como de conservar lo indigno que soy, tiene una linea muy fina, casi imperceptible.

No soy digna de su misericordia, esa es la Gracia, cuando Dios hace su acto de amor antes que yo pueda creer que algo en mi tiene poder y voluntad.

El fariseo, cuando oraba, no hablaba con Dios, sino consigo mismo; no oraba en voz alta, ni siquiera se jactaba ante otros, sino con su propio corazón; estaba tan seguro de su "pureza e inocencia" que tal seguridad le hizo pensar que era digno de estar en un lugar "cercano a Dios" en el templo.

Sin embargo el publicano igual de pie, mantenía una distancia, ni siquiera levantó la mirada al cielo, por la vergüenza que podía estar cargando por su profesión.

Jesús no dice que ser publicano fuera bueno y justificable, sino que esté hombre se fue a su casa justificado porque aún cabizbajo habló a Dios y no a su alma.

Ojalá y podamos alcanzar ese nivel de humildad del publicano de la parabola, y que el silencio de un corazón contrito y humillado sea el inicio de una vida llena de obras, fruto del agradecimiento por tan hermosa justificación del hijo de Dios.

Dios nos guíe
#meditandounpoco 
Keyla Estepan 

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