Compartiendo x Haití

Después de varias horas de suceder el terremoto en Haití, es cuando mi cuerpo me pide que suelte la presión que sentí en aquellos momentos, a pesar de no haber sido, gracias a Dios, afectada por el fenómeno.

Fue un suceso para meditar en muchos sentidos, particularmente a mi me invadió la angustia por no estar cerca de mi familia, “mi instinto” era salir corriendo a mi casa; por momentos me tambaleé, pero sentí la gran necesidad de reunirme con un grupo de hermanos para orar por los afectados en la tragedia. Ver las imágenes en las noticias al final de la noche me entristeció mucho.

Por alguna razón cuando mi mente comenzó a entender lo que “pudo pasar”, no dejaba de pensar en mi hija, donde estaba yo, que estaba haciendo.

Hoy a solo 5 días después de la tragedia en Haití. Todavía aunque vemos las imágenes repetidas tantas veces, no dejan de impactarnos y provocarnos inmensa tristeza.

En las calles escucho mil y una opiniones por el hecho; “que si se lo merecían”, “que si la ayuda no llegará”, etc. Otros, como yo, no decimos nada, no por prudencia necesariamente, por lo menos yo sigo callada porque estoy en shock aun.

Hace unas semanas oraba y para empezar el año 2010, le pedía al Señor que cambiara mi corazón; le decía que quería ser más servicial, más compasiva, menos ajena al dolor de los demás. Se puede escuchar muy simple la oración o tal vez quiera yo parecer algo mas filántropa, pero en lo personal, para mí no es más fuerte la lucha contra las acciones pecaminosas que lo que tengo por ser tan egocentrista.

El mundo en todos los sentidos se ha vuelto más insensible ante las debilidades de los demás, y en mi opinión, he visto como la espiritualidad se ha unido a ese mundo que se ha aislado de los problemas sociales solo porque “está pasando lo que tiene que pasar”…

A veces siento que las oraciones y la preparación espiritual se alejan cada día más de una realidad mundial que no es “virtual”. Digo que para mí se ha convertido en lucha real mi posición ante los desvalidos, que no solo son los indigentes, sino aquellos que no tienen posibilidades o herramientas en cualquier aspecto del diario vivir, pues admito que mi problema se hace más grave que el de los demás.

Después de la tragedia de Haití, con algo de broma vi que yo era una afectada indirecta del fenómeno: yo espero mensualmente dinero que proviene de unos haitianos y por el tema aunque ellos están en mi país, tanto los de allá como los de aquí están desorientados.

En el momento que me entere que tardaría en recibir el dinero, confieso que solo llegó a mi mente los planes que tenia y que se cancelarían.

Hoy pido perdón al Señor porque de mi boca no salió una oración por esa familia. Hoy es cuando me siento a meditar en todos estos sucesos, creo que hoy es cuando voy despertando del impacto y entendiendo porque el Espíritu Santo formó aquella oración en mí de ya no ser insensible ante el dolor ajeno.

Fue difícil en cierto momento no unirme a las opiniones de otras personas: “no fue casualidad que les pasara esto a ellos” “¿Cómo no les pasaría esto a ellos si son así o de tal forma?”… De alguna manera las opiniones se volcaron para decir que el pueblo haitiano se merece todo esto… y hablábamos como si Haití estuviera al otro lado del mundo, haciendo frontera con Australia y no con Republica Dominicana.

Cuando hice mi oración al comienzo del año, no esperaba algo tan impactante, y si que funcionó. Gente que para mi han sido extrañas, comenzaron a ser vistas: el que vende jugo frente a la universidad, el que vende tarjetas de llamadas en los semáforos, la que vende ropa en la reguera, todos ellos que cuando camino día a día eran invisibles hoy los veo.

No quiero limitarme a solo “notarlos”, se que no solo para mí, sino para muchos, ya los haitianos no serán solo los que nos pasan por el lado. Siento el deseo de orar por cada uno de ellos. Pido por la familia de la mujer que limpia en la casa de mi hermano, por la de aquel que vendía las sombrillas y que me quedé buscándolo el día de la tragedia porque me hacía falta una.

El Espíritu Santo ha transformado mi alma, me ha hecho ver cosas y vivir experiencias que me llenan de gozo; pero hoy siento que si mi alma ha estado cambiando, mi cuerpo debe empezar a accionar.

Haití hace frontera “conmigo” no solo ellos merecen lo que pasó… ¿Somos nosotros “justos” delante de la presencia de Dios?

No hay justo, un aun uno. Romanos 3:10

El único que nos justifica es Jesús. Yo merecía estar de aquel lado, yo merecía estar crucificada… y Dios en su incomparable misericordia ocupa mi lugar con Jesús.

Hay mucho más que hablar de Haití, pero por ahora solo espero que no hable yo más sino que ayude a los que lo necesitan y deje mi cuerpo la pereza y mi corazón el deseo de “volar” lejos de la realidad…

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