cuanto Dios me amó!

Cuando quedé embarazada por andar en desobediencia recuerdo que yo misma preparé mi terreno de disciplina. Luego de haber confirmado el hecho estuve alrededor de un mes guardando el secreto. Llegué a la conclusión hace poco tiempo que definitivamente no tenía un concepto correcto de que significaba la relación padre-hijo que yo tengo con Dios.

Preparaba mi terreno desértico personal, no estaba trabajando, entonces abandoné la universidad, me preparé para no recibir más del servicio que hacía en la iglesia, esperé talvez que no recibiría muy buena aceptación de los hermanos de la iglesia ni de mi familia. Cuando dí la noticia, mi mamá no pudo dirigirme la palabra por casi una semana, mi hermano mayor me dijo de entrada que no me podía apoyar con esa situación por el ejemplo que podía darle a sus hijas, el papó de la niña me rechazó en el instante. El asunto es que quien armó todo ese arsenal de guerra en contra mía, solo fui yo.

Esperé aquel viernes y le dije al pastor que tenía que hablar con él, ya antes había conocido ciertas reacciones de él así que realmente yo iba asustada. Me impactó su respuesta: entre otras cosas con su lenguaje jocoso, -tengo ganas de darte un “cocotazo” (busquen un diccionario de dominicanismos). Pero cuenta conmigo, te vamos a dar el apoyo necesario. Luego me acerqué a quien era mi jefa en el servicio de la iglesia, faltaba un mes para terminar las labores de ese año y aunque necesitaba el dinero yo estaba ya preparada para asumir mi responsabilidad. Ella me respondió diciéndome que terminara el año escolar y no redujo de ninguna manera mi trabajo; los demás compañeros adoptaron una actitud hermosísima de cuidarme de cualquier cosa que representara riesgo para mí. Las personas de la iglesia rebosaron de atenciones para mí.

Todas esas atenciones que continuaron mucho después de haber tenido a mi preciosa hija, no tomaron tanto valor como aquel día y juro que no recuerdo ni siquiera el rostro de aquella persona que me habló, solo sé que es mujer: “debes dar gracias a Dios que en lugar de una enfermedad te dió un hijo” lo resalto porque realmente no solo hubo desorden en mi vida sexual por no cuidarme, ni siquiera sabía en qué cosas andaba el papá de mi hija y Dios me amó tanto en ese momento, que derramó su misericordia sobre mi y detuvo ese pecado que yo llevaba escondido, sacándolo a relucir no llevándome a condición peor, sino dándome un regalo: MI HIJA!

Ese día fue realmente un antes y después para ir entendiendo de que se trata el perdón de Dios hacia mí, atar todo ese proceso de mi vida a entender de qué se trataba el sacrificio de Jesús por mí, aun mereciendo yo lo peor.
No puedo olvidar aquellas nauseas que se fueron inmediatamente todo fue hecho público…

Cuando vio Dios que yo estaba captando su mensaje su misericordia no solo se reflejó con mi iglesia que hasta anunciaron con gozo la llegada de mi hija; también en mi familia encontré descanso: Mi mamá (y algunas vecinas) prepararon enseres para recibir la bebe, mi hermano fue en lo adelante mi gran proveedor y de ahí nuestra relación tomo un rumbo maravilloso.

Como dice la palabra de Dios: su misericordia nueva es cada mañana… hoy mi hija tiene 5 años, ha perdido su primer diente, eso ha causado conmoción y alegría en mi casa.

Cuando mi hija me dijo tan contenta la gran noticia de su dientito flojo, no pude evitar abrazarla fuertemente y mis ojos se llenaron de lágrimas, no puedo explicar esa sensación. Ella me preguntó porque me puse triste, solo atine a responder: ay mi hija, es que ya estas creciendo y ¡te quiero tanto!

Al compartir con mi hija, verla crecer, conversar con ella, no puedo evitar recordar aquel día que busque ese resultado que solo dio positivo a un embarazo y no a la soledad…

Entender de una vez por toda que esa lejanía que creía que tendría con Dios por mi pecado, solo era un mal concepto que tenia del perdón.

Juan 10:28
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

En el nombre de Jesús
Amen

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