El que es digno!

Apocalipsis 5
El rollo y el Cordero

1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? 3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.


¿Quién aun con toda la autoridad que Dios nos ha dado, alcanza la perfección?

He pensado muchas veces en mi posición en el pueblo de Dios, en mis acciones y decisiones; he juzgado a cristianos igual que yo, he buscado respuestas al ¿por qué fallamos? He caído en el error de creer que otros deben ser más sensatos y deben hacer lo posible por hacer las cosas bien.

Me ha causado incertidumbre el siquiera imaginarme a Dios diciéndome “nunca te he visto”

Dice Juan en apocalipsis, que lloró cuando vio la “cruda realidad”, no sé si para Juan fue así, pero puedo imaginarme en ese momento la pregunta que hizo el ángel: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Yo no sé si Juan sintió el impulso de responder ¡yo!

Para lo que alguna vez hemos leído alguna novela, si empezamos viendo que los protagonistas tienen algún conflicto, todo se resuelve tan fácil como adelantarse y leer los capítulos siguientes para saber qué pasa con ellos.

No es igual para Juan, que estuvo viviendo al momento esa revelación; hoy nosotros tenemos el apocalipsis completo y podemos leer al instante la respuesta: “ninguno” ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra… y no solo eso, “ni aun mirarlo”

Pero si me imagino a Juan en ese momento justo de la visión y pensar a tantos cristianos incluyendo a los apóstoles, discípulos cercanos, zaqueos arrepentidos junto a tantas magdalenas, cojos, ciegos y endemoniados que tal vez luego de tener encuentro cara a cara con Jesús pudieron vivir una vida piadosa y conforme a los estatutos de Dios, Juan que tiene el privilegio de esa experiencia, eso aparte de los grandes profetas como Elías, Jeremías, etc.

¿Nadie era digno? ¿Nadie? v.4 Y lloraba yo mucho…

Y alguien me insistía, como sabiendo de Jesús pudiera compararse y creer que alguien aparte de él es digno de tal cosa…

Y entiendo porque Juan lloro. Yo misma caigo a veces en el error de creer que puedo hacer “lo suficiente” para ser digna ante los ojos de Dios, pero vuelvo a caer y me entristezco por no pasar lo que admito son más “mis condiciones” que las de Dios; y qué decir de conocer “lideres” cristianos, gente que da la cara al público creyente y no creyente y saber que cometen fallos fuertísimos, haciendo caer a los demás.

Me imagino más, si yo hubiese estado en ese momento que Juan vivió, sobre todo después de vivir caminando con Jesús y que me hagan esa pregunta y que aparte de venir hasta los cristianos que habían muerto defendiendo su fe, venga a mi mente Jesús también y que me diga “un ángel” nadie es digno…

Hoy, confirmo, HOY, dentro de una nación tan grande de hermanos en la fe, si ese ángel hace la misma pregunta ¿Quién es digno?, yo misma diría al instante: “ninguno”

Luego vino la mejor parte para Juan; me imagino a Juan llorando cabeza abajo y uno de los ancianos le dice: “No llores. He aquí el león de la tribu de Judá… Ha vencido para abrir el libro” ¡Que descanso!

Visualizar a este anciano diciéndome una frase tan corta con tanto consuelo, me remonta a aquel tiempo en que reconocí que por mi misma ya no tenía esperanzas…

Recuerdo aquel día en que aun considerándome “fuerte” una simple canción, que sería de mi si no me hubieras alcanzado… todavía hoy puedo recordar como detonó que yo rompiera a llorar; luego conocer que alguien me daba esa frase consoladora: no llores…

Ayer estuve en mi iglesia celebrando un bautizo, y sigo insistiendo en que nos deberían permitir renovar los votos, cuando los vi bailando y cantando, lloré y mucho, pero esta vez no de tristeza como Juan, sino de alegría porque sé que estas personas escucharon la misma frase que yo escuché alguna vez, y me goce tanto por saber que hoy tengo el libro completo y puedo leer la respuesta a aquella pregunta.

Antes me mortificaba y el enemigo armaba fiestas en mi cabeza, diciéndome que si aquellos personajes no eran dignos de abrir el libro, que estaba haciendo yo entonces…claro que no soy digna como dijo el centurión: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra,

Pero ya soy lavada en la sangre de Cristo por lo tanto, soy una sierva sana en Jesús… y el León de la tribu de Judá ha vencido para abril el libro…

En el nombre de Jesús,
Amen

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